Todos tenemos dentro nuestro el niño que alguna vez fuimos, y esta cuarentena nos da tiempo para bucear, encontrarlo y recrearlo. A mí me permitió ilustrar imágenes que me fueron apareciendo: la fachada del porche de la casa en la que viví mi infancia situada en el corazón de Palermo Viejo, en la que fui feliz. Era una casa extremadamente grande que llegaba al pulmón de manzana. Luminosa por donde la miraran. Todas sus puertas tenían doble hoja, angostas pero inmensas en altura, en madera y vidrio, con persianas de hierro que alguna vez hemos olvidado cerrar para evitar malas consecuencias de algún pelotazo mal encarado en el enorme patio interno. Pese al deterioro por los años de construcción y las inundaciones que sufrió por el rebalse del arroyo Maldonado, nuestra casa era bella. En esa casa mis hermanos y yo aprendimos a jugar. Recuerdo que tenía tres años, cuando mis dos hermanos mayores estaban en el patío andando en patineta. Al verlos me puse en la fila, pero c...
¡Bienvenidos! Por este medio compartiré mi experiencia entorno a la Encelopatía Crónica No Evolutiva (ECNE) conocida también como Parálisis Cerebral Infantíl (PCI). Con ella convivo desde mis dos meses de vida al contraer una meningitis que me produjo un paro cardio respiratorio de 45 minutos. Sin tiempo que perder, mi vida se transformó en un sinfin de desafíos para derribar mitos, barreas y prejuicios de los que hoy quiero hablar. ¿Quién dijo que no se puede? Tal vez se pueda de otra manera.