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BIENVENIDOS

MIL modos de hacer es mi nuevo proyecto comunicacional surgido en medio de la pandemia COVID-19 a raíz de la siguiente paradoja: Al poco tiempo de nacer un meningococo me vino a visitar y a recordar que era mortal. Pese a haber transitado un par de semanas en estado de coma, más un paro cardiorrespiratorio durante 45 minutos me transformé en una sobreviviente con Parálisis Cerebral (PC) o (ECNE).  La vida continuó en un nuevo contexto en el que superar desafíos era moneda corriente para mi familia, para mí y por supuesto, para el entorno en el que decidiese moverme .} Lejos de anquilosarnos, buscamos otras maneras de hacer para poder Ser y realizarme en cada etapa de la vida, en las que muchas veces subsistí hasta aprender a vivir . Hoy 39 años después observo a muchas personas que sin PC están emocionalmente paralizadas. Por medio de este espacio te invito a que te sumes a leer experiencias de resiliencia y si te atrevés compartir las tuyas . Podés seguirme, comentar y compartir p
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LA LEY ARBITRARIA DE LAS “PAJITAS”

¿En quién pensaron cuando sacaron la Ley ecológica? La foto es de hoy en Croque Madame  donde no tenían, ni tan siquiera sorbete de papel. Las sociedades están conformadas por hábitos que limitan cohesivamente qué está bien y qué está mal. Los protocolos sociales nos convocan a los argentinos a comer con la boca cerrada haciendo el menor ruido posible. La referencia es local ya que cada cultura tiene su propia significancia. Mientras que eructar en Japón es signo de satisfacción personal y halago hacia el chef, en Argentina, esa misma acción es considerada una falta de respeto. En mi adolescencia, tuve innumerables cumpleaños de 15, en los que sentí orgullo de saber dónde ubicar la servilleta, qué cubiertos usar primero, qué copa usar para el vino, el agua o la gaseosa… Sin embargo, hay protocolos que debo irrumpir como persona con parálisis cerebral espástica, no porque no tenga los rudimentos sino por la desorganización mecánica involuntaria de mi cuerpo. A la hora de brindar siempre

Percepciones de la discapacidad

Hoy quiero comenzar el relato hablándoles. Para ver el video hacé click aquí . La mayoría de las veces cuando me presento por escrito, el lector me imagina erróneamente en silla de ruedas, como si fuese el único destino de una secuela motora. Hasta el momento no necesité de ella, ni tampoco de un bastón. Cuando camino es notoria mi renguera y cierta falta de equilibrio, por lo que fue fundamental para mí aprender a dominar mi marcha, la cual me hizo comprar varios terrenos sin ningún tipo de moneda corriente. Fui entrenada desde pequeña por mandato y de adolescente voluntariamente desde la necesidad de independizarme y por ejemplo, adquirir estrategias para viajar en colectivo. Así fue como mi kinesióloga de ese momento me entrenó para hacerlo sola y para enseñar a los demás cómo ayudarme. Mi madre es docente de alma. Actualmente está jubilada. Pero también es de esas madrazas que en su momento eligió trabajar de sol a sol para que sus pollitos pudiéramos terminar nuestras carreras

La odisea de mis zapatos - Parte II

Finalmente terminamos comprando los zapatos clásicos que usaban todas las niñas a la hora de tomar su primera comunión. La parroquia Nuestra Señora de la Consolación es inmensa. Pero su belleza arquitectónica carecía, al menos en aquel entonces, de accesibilidad. El terreno de la parroquia tiene una cuadra de largo. El templo propiamente dicho tiene entrada por la Av. Scalabrini Ortiz. Mientras que el acceso a uno de los salones más grandes estaba sobre la calle Araoz. Llegó el gran día. Toda vestida y peinada de punta en blanco comencé a caminar hacia la puerta de casa donde papá ya tenía puesto en marcha el auto. Me senté en el auto y cuando quise levantar mi pie izquierdo obviamente se me salió el zapato. Mi papá me dijo tranquila, antes de bajar del auto te lo calzo. En ese sentido, yo estaba tranquila. Mis papás sabían dominar mi pie izquierdo para calzarme, de hecho, así lo hicieron antes de que bajara del auto. Las catequistas ya habían decorado el salón. Llegamos y ya estab

La odisea de mis zapatos - Parte I

No es fácil encontrar la horma de nuestros zapatos. El mundo del calzado femenino ofrece millones de modelos primaverales, unos más abiertos que otros, muy lindos, por cierto, aunque incómodos para personas como yo que tenemos pie equino y tendemos a caminar en punta de pie. El 24 de noviembre de 1990 tomé mi primera comunión. La clásica túnica no era un problema. Ruedo más largo, ruedo más corto nos la pasamos de una prima a otra, igual que la tan codiciada limosnera en la que llevábamos estampitas (en mi caso eran tarjetería española hechas a mano por mi tía Mara) para intercambiar con otros niños protagonistas del evento y repartir después de la ceremonia como recordatorio, inclusive a cambio de algún dinerillo. Pero había algo en todo esto que me desvelaba: conseguir los zapatos clásicos que lucen las niñas en ese tipo de ocasiones y lo más importante: ¡poder usarlos!   En aquel entonces, en la avenida Scalabrini Ortiz entre Niceto Vega y avenida Córdoba, a una cuadra de la parro

DIA MUNDIAL DE LA PARÁLISIS CEREBRAL. Dejando huellas en la arena

Termas de Necochea - Medano Blanco. Desde que di mis primeros pasos, parte de mi rehabilitación consistió en caminar sobre la arena . Así, las inmensas payas de Necochea acompañaron esa labor casi todos los febreros de mi infancia. Siempre tuve una piel muy sensible que al mínimo contacto de mis pies con la arena caliente podía significarme grandes ampollas. En consecuencia, debía ir hasta la arena húmeda con calzado cerrado. En familia disfrutando de la playa. En mi niñez esa playa también significó el sitio de encuentro de tres generaciones de familias con amigos en común, de modo que siempre había gente conocida tanto en carpas alquiladas como con sillas en la orilla, lo cual me permitía circular de un lado al otro, calzada teniendo asegurado dónde sentarme para descalzarme sin que el calzado se mojase. Con esos AMIGOS que son como de la familía. Hace algunos años volví a Necochea, al sombrillón en el balneario “Palmeras”, pero sólo con mamá. Dejamos todo y nos fuimos a camin

Cómo impactó la industria audio visual en mi infancia

  Nuevamente fui convocada por la Fundación Ian. En esta ocasión como Editora y persona con ECNE (parálisis Cerebral) para formar parte de una capacitación dirigida a dibujantes de la Industria audio-visual infantil. El propósito es brindarles información para que se animen a generar contenido inclusivo respetuoso, desde una mirada realista y contundente. A fines de 2019 Sheila Graschinsky (presidenta de Fundación Ian) comenzó una de nuestras reuniones mensuales contándome este proyecto. Queriéndome hacer partícipe me preguntó: “¿Te animás a contar qué dibujitos animados veías cuando eras chica?” Como siempre, asentí con una sonrisa. Pero mi interior se quedó maquinando ¿de qué me voy a disfrazar? y casi me avergonzaba de tener que confesarlo. Había más de un televisor en casa y para dos de mis tres hermanos (Ezequiel y Guadalupe) era su chupete electrónico, pero la realidad era que ¡yo no miraba dibujitos animados! sino que producía mis propios dibujitos. Como mencioné en el artí

Caminando la inclusión Un viaje a mi infancia

  Todos tenemos dentro nuestro el niño que alguna vez fuimos, y esta cuarentena nos da tiempo para bucear, encontrarlo y recrearlo. A mí me permitió ilustrar imágenes que me fueron apareciendo: la fachada del porche de la casa en la que viví mi infancia situada en el corazón de Palermo Viejo, en la que fui feliz. Era una casa extremadamente grande que llegaba al pulmón de manzana. Luminosa por donde la miraran. Todas sus puertas tenían doble hoja, angostas pero inmensas en altura, en madera y vidrio, con persianas de hierro que alguna vez hemos olvidado cerrar para evitar malas consecuencias de algún pelotazo mal encarado en el enorme patio interno. Pese al deterioro   por los años de construcción y las inundaciones que sufrió por el rebalse del arroyo Maldonado, nuestra casa era bella. En esa casa mis hermanos y yo aprendimos a jugar. Recuerdo que tenía tres años, cuando mis dos hermanos mayores estaban en el patío andando en patineta. Al verlos me puse en la fila, pero cuando lev