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Percepciones de la discapacidad

Hoy quiero comenzar el relato hablándoles. Para ver el video hacé click aquí.

La mayoría de las veces cuando me presento por escrito, el lector me imagina erróneamente en silla de ruedas, como si fuese el único destino de una secuela motora. Hasta el momento no necesité de ella, ni tampoco de un bastón.

Cuando camino es notoria mi renguera y cierta falta de equilibrio, por lo que fue fundamental para mí aprender a dominar mi marcha, la cual me hizo comprar varios terrenos sin ningún tipo de moneda corriente. Fui entrenada desde pequeña por mandato y de adolescente voluntariamente desde la necesidad de independizarme y por ejemplo, adquirir estrategias para viajar en colectivo. Así fue como mi kinesióloga de ese momento me entrenó para hacerlo sola y para enseñar a los demás cómo ayudarme.

Mi madre es docente de alma. Actualmente está jubilada. Pero también es de esas madrazas que en su momento eligió trabajar de sol a sol para que sus pollitos pudiéramos terminar nuestras carreras universitarias con tranquilidad. Mamá trabajaba doble turno en dos escuelas de nivel primario y luego con alumnos particulares, razón por la que se iba de casa muy temprano y volvía casi para la hora de cenar.

Uno de mis hobbis siempre fue cocinar y empecé a hacerlo con asiduidad a mis 16 años, al tomar conciencia de que mamá no tenía por qué llegar tan tarde de trabajar y tener que ponerse a preparar la comida. A modo de agradecimiento por todo lo que hacía y sigue haciendo por nosotros, había decidido colaborar con las compras necesarias para la casa y las preparaciones de los almuerzos y algunas cenas, al menos adelantar algo, mientras mis hermanos contribuían de otras maneras.

Anécdota I: La bienuda y el colectivero

Allá lejos, a mis 23 años usaba frecuentemente para ir de un lado al otro la línea 141. La mayoría de los colectiveros me conocían. Tal es así que varios me tenían dicho que me pusiera primera en la fila a fin de que me vieran y ellos arrimaran el vehículo lo más cerca al cordón de la vereda.

Había un chofer fuera de serie, respetuoso con cada uno de los pasajeros. Saludaba amablemente, siempre con buen humor, escuchaba las inquietudes de los desorientados, etc.   

Un día salí del supermercado haciendo malabares con dos bolsas que se me iban enredando a medida que bailaban al compás de mi ritmo. Al llegar a la parada una mujer bienuda con unas cinco décadas encima no tiene mejor idea que decirme: “la cola es atrás.”  Yo le contesté “Disculpe, tengo carnet de discapacidad.” “No me gustan los vivos” insistió la bienuda: “Yo llegué primero. La cola está detrás de mí.” “Señora: tengo recomendación de los choferes de esperar fuera de la cola.” Detrás de mí se sumó una pareja joven con un bebé en un mega cochecito. No era hora pico, ni había mucha gente esperando. Aun así, no hubo forma de que la bienuda entrara en razones. Oh y ahora ¿quién podrá ayudarnos? El Chapulin Colorado estaba ocupado grabando en México, pero llegó el chofer fuera de serie e hizo lo que hacía cada vez que me veía: estacionó el coche, abrió las puertas y se paró. La bienuda enseguida tomó envión para subir ella primero, pero el estimado chofer con toda su delicadeza le dijo dándome la mano: “Espere, espere, primero la ayudo a la señorita a subir, después sube la mamá con el bebé mientras el caballero sube por atrás el cochecito y después sube usted ¿correcto?” Una vez que estuve arriba del colectivo le pidió a un pasajero que estaba sentado en el primer asiento, si por favor se podía correr a un asiento más atrás porque yo necesitaba estar lo más cerca de él porque bajaba por adelante. Una vez todos sentados con espacio de sobra el chofer arrancó. En el primer semáforo me preguntó: ¿Pioja (como él me llamaba) ¿Bajás en Córdoba o en Puan?... y sin necesidad de levantar mi voz saqué un peine de mi cartera, y mientras me peinaba osé mirarla con una sonrisa irónica a la mujer que me había querido hacer sentir que me estaba pasando de viva. La mujer se había puesto colorada como un tomate, sin saber donde meterse. Dicen que el que ríe último ríe mejor.” Y yo en ese momento comencé a disfrutar de algo de lo que aprendemos a disfrutar los que hacemos rehabilitación: de cada pequeño logro como una gran victoria.

Anécdota II: Ellos se caen versus nosotros nos caemos

Sólo tenía que cruzar la calle para llegar a la farmacia, pero al subir a la vereda tropecé con una baldosa floja y me caí. Instantáneamente escuché la voz de una mujer: “¿estás bien?, ¿en qué puedo ayudarte?” Al levantar la mirada era una ejecutiva de punta en blanco.” Una vez que vio que yo estaba bien me dijo que tengas un hermoso día.

Otra señora, esas típicas chusmas del barrio, que lo único que hacen es mirar y evaluar el proceder ajeno, quién por supuesto delectó con dicha situación, se acercó. Sin ningún tipo de miramiento respetuoso le dijo a la mujer ejecutiva: “No sé cómo los padres la dejan salir sola.” La mujer ejecutiva le contestó con otra pregunta: ¿Usted nunca se tropieza? La mujer del barrio se paralizó con la reacción de la ejecutiva. Para rematarla la ejecutiva continuó diciéndole: “Porque tenga más posibilidades de caerse no va a inhibir su libertad.” Si sale sola es porque debe poder.” De golpe, la mujer ejecutiva se esfumó, como un ángel de la guarda vino a defender mis alas de la libertad dejándome con ganas de preguntarle si era: una profesional de la salud, un familiar de una persona con dificultades o simplemente una persona que aplicaba su sentido común.

La reflexión dejo que la hagan ustedes.

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Comentarios

  1. Un placer leerlo. Un grito de independecia y libertad. Te admiro

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  2. Cada día escribís más lindo Maine. Me gusta asomarme un ratito al menos a lo que fue tu vida. Admiración por tu fortaleza y la de tu mamá. ❤

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  3. Sabes cuanto admiro tú actitud ante la vida y en las adversidades. Ya lo charlamos muchas veces. Hoy sólo decirte ADELANTE cada uno se forja su destino. Vos estas logrando uno muy bueno. Tqm.😘

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  4. Excelente narración!! Tus anécdotas confirman una vez más que las personas con discapacidades motrices podremos tener dificultades físicas pero las peores son otras discapacidades como la falta de respeto, empatía ,solidaridad y sentido común. Te quiero mucho.
    Gabidube

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  5. Vivir con valentía. Y contarlo con calidad. Abrazo.

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  6. Maine, excelente narración. Como siempre sabes que ha sido un placer enermo haber cursado estudios de posgrado con vos y te admiro por el hecho de haber sido mi compañera hasta el final. Te sigo leyendo

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