Desde que di mis primeros pasos, parte de mi rehabilitación consistió en caminar sobre la arena. Así, las inmensas payas de Necochea acompañaron esa
labor casi todos los febreros de mi infancia. Siempre tuve una piel muy
sensible que al mínimo contacto de mis pies con la arena caliente podía significarme
grandes ampollas. En consecuencia, debía ir hasta la arena húmeda con calzado
cerrado.
En mi niñez esa playa también significó el sitio de encuentro
de tres generaciones de familias con amigos en común, de modo que siempre había
gente conocida tanto en carpas alquiladas como con sillas en la orilla, lo cual
me permitía circular de un lado al otro, calzada teniendo asegurado dónde
sentarme para descalzarme sin que el calzado se mojase.
Hace algunos años volví a Necochea, al sombrillón en el balneario “Palmeras”, pero sólo con mamá. Dejamos todo y nos fuimos a caminar y a disfrutar del mar. Como no era hora pico decidí llegar hasta el agua descalza y dejar mi calzado al lado del guarda-vidas. Cuando quisimos regresar la arena bullía por los rayos del sol, momento de pensar una forma para calzarme. Intentá hacerlo parada, me sugirió mamá. Mi falta de equilibrio hizo que descartase esa opción y buscar rápidamente un plan B, quizás más posible de concretar: pedirle a alguien que me prestase un momento su silla. Mamá es muy tímida, pero yo no. Así que dejándola que me siguiera con sus peros fui en busca de mi objetivo. Divisé dos mujeres un poco más grandes que yo. Hacia ellas nos dirigimos. Cuando le expliqué mi situación no sólo me permitieron sentarme, sino que una de ellas me ayudó a calzarme mientras la otra me contaba: “Justo estábamos hablando de vos. Te vimos ir y venir varias veces. Es increíble cómo disfrutaste saltando las olas en el mar ... y nosotras acá sentadas sin ánimo de mover un pelo. Te felicito por el empuje pese a tu dificultad.” Yo le contesté que me encanta el mar pero que ninguna de las dos sabíamos nadar: “Cuando me meto al mar en compañía de alguien que nada suelo meterme más adentro.
Con mi tía Silvia, que es Kinesiologa.
De lo contrario prefiero meterme arrodillada a la altura que se meten los chicos para disfrutar con mayor seguridad.”
Me llevó un par de años elaborar esta idea, aceptar el tamaño de mis piernas por exceso de trabajo y exponerme a que me miren. Pero un día dejé de preocuparme por esas cosas para empezar a disfrutar. En definitiva, si lo hacía mi abuela ¿por qué yo no lo iba a hacer? ¿¡Acaso la Parálisis Cerebral no es una condición que nos concede achaques corporales de manera anticipada, los cuales no evolucionan, lo que determina que no vamos a empeorar!? Luego de agradecerles por todo continuamos el camino hasta nuestro sombrillón.
Mientras mamá fue en busca de nuestro almuerzo me quedé pensando: “...y pensar que hay gente que no se atreven a vivir por miedo a quedar expuestos, por miedo a ser mirada.” Siempre va haber ojos que nos admiren, ojos que nos envidien y ojos que nos rechacen, tengamos o no Parálisis Cerebral. Si es inherente a la persona poder viajar, bailar, caminar y vivir ¿por qué yo no voy a vivir con mis tiempos y mis formas de hacer que me hacen ser?.
Al fin
y al cabo, siempre las huellas que dejemos en la arena, el mar o el viento se
las llevarán. Aunque creo que esta vuelta la playa dejé una huella indeleble, al
menos en la mente de las señoritas que me prestaron ese instante la silla: la
idea de que ¡se puede vivir y disfrutar de infinitas maneras aún con Parálisis
Cerebral!
Hay huellas que cuando nos atrevemos a dejar se vuelven, sin
querer, una enseñanza en el proceso de aprendizaje continuo que se da, ni más
ni menos, en el acto de animarnos a vivir con todos nuestros sentidos a flor de
piel.
Maravilloso! Te quiero y ADMIRO cada día un poco más! Gabidube
ResponderBorrarYo a vos
BorrarQue linda sos, las quiero y extraño tanto aca en este lugar que compartimos tantoo
BorrarLindos relatos, lindos recuerdos...a seguir disfrutando del mar, la arena y el viento...la vida misma!!
ResponderBorrarUna hermosa actitud positiva ante la vida. Gracias Mayne por compartirla de una manera tan sencilla y vivencial !!!
ResponderBorrarGracias Maine. Ejemplo de vida. Sos un ser privilegiado. Nos haces sentir chiquitos. En realidad nos ponés en nuestro lugar!!!
ResponderBorrarQue hermosa historia de vida
ResponderBorrarGracias por compartirme tu experiencia. Sin duda eres una gran escritora y tu historia me ha hecho reflexionar. Te mando besos. Gaba
ResponderBorrarExcelente artículo..... siempre para adelante!!!! A seguir disfrutando y aprendiendo a transitar en este viaje... beso grande
ResponderBorrarEs hermoso lo que nos transmitís a través de este blog. Cada artículo es una gran enseñanza para todos los que te queremos y para todo aquel que tenga el gusto de leerte. Te felicito!!
ResponderBorrar¡Cómo te admiro Maine! Esa es la actitud ante la vida. Sos una guía para muchos, sabelo.
ResponderBorrarMil gracias colega
BorrarQue lindo relato escribiste. Te admiro y ya les dije que las extraño un monton; ojala la vida vuelva a juntarnos a charlar....
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