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LA LEY ARBITRARIA DE LAS “PAJITAS”


¿En quién pensaron cuando sacaron la Ley ecológica?

La foto es de hoy en Croque Madame donde no tenían, ni tan siquiera sorbete de papel.

Las sociedades están conformadas por hábitos que limitan cohesivamente qué está bien y qué está mal. Los protocolos sociales nos convocan a los argentinos a comer con la boca cerrada haciendo el menor ruido posible. La referencia es local ya que cada cultura tiene su propia significancia. Mientras que eructar en Japón es signo de satisfacción personal y halago hacia el chef, en Argentina, esa misma acción es considerada una falta de respeto. En mi adolescencia, tuve innumerables cumpleaños de 15, en los que sentí orgullo de saber dónde ubicar la servilleta, qué cubiertos usar primero, qué copa usar para el vino, el agua o la gaseosa…

Sin embargo, hay protocolos que debo irrumpir como persona con parálisis cerebral espástica, no porque no tenga los rudimentos sino por la desorganización mecánica involuntaria de mi cuerpo.

A la hora de brindar siempre quise que me tragara la tierra. Espíritu y buenos deseos me sobran. Lo que me resulta difícil es no derramar líquido. Durante mucho tiempo, en esos momentos, me escondía en el baño para zafar. Me costó mucho asimilar y transmitir a los demás que era más práctico optar por un vaso de trago largo, con menor contenido del que se sirve habitualmente, aunque eso implicara repetir.

Hoy en día, según con quien esté, me sumo al brindis levantando una botella cerrada, en vez de mi copa.

Los que me conocen saben cuál es la razón y los que no, piensan que es un chiste. A veces, cuando todo el mundo circula con la copa en la mano, yo me paro y decido dar tan solo un abrazo. Y digo “tan solo” porque hay gente que, cuando la abrazo más que recepcionarlo percibe la falta: “¿y tu copa? ¿dónde está tu copa? Vení que te sirvo”. Y lo hacen sin darse cuenta del riesgo que corro. Tal vez, esta extensa cuarentena sirva para reivindicar el verdadero sentido del abrazo en vez del ruido de las copas.

NOTA: Mis papás, para mi comunión, compraron vasos de trago largo de vidrio muy distinguidos y cómodos para que yo me sintiese tranquila. Los usábamos en los eventos familiares independientemente de que yo intentase practicar con las copas. Sin embargo, fuera de mi entorno, el mundo era/es otro.

Una de mis tías había observado la situación. No entendía por qué siempre elegía un vaso distinto al de los demás. Un día me dijo: “¡Hoy vas a usar copa como todos!”. El almuerzo se inició con un brindis que se aguó rápidamente cuando la copa de cristal estalló entre mis manos y mis labios. ¡El susto que nos pegamos! Solo tuve cortes superficiales, pero el impacto de no saber lo que estaba pasando me hizo entrar en shock. La sensación de impotencia fue brutal y me hizo llorar, algo que no me sucede con mucha asiduidad.

Desde ese momento, cuando salgo a tomar algo, ya sea que haga 30° o -2°, pido licuados o jugos, para garantizarme a mi aliado: el nunca bien poderado sorbete o pajita, como más gusten llamarlo.

Hasta que un día, mi pedido vino sin sorbete. Al solicitarlo, me entero de que el Ministerio de Ambiente y Espacio Público, a través de la Agencia de Protección Ambiental, había prohibido la entrega, uso y expendio de sorbetes plásticos de un solo uso en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, y quienes no cumpliesen con la medida serían multados.

La vez pasada, salimos con unas amigas a tomar algo. Una de ellas pidió un café frappé. Vino con un sorbete de papel, el cual, al menor contacto con el líquido, comenzó a desintegrarse. En menos de 5 minutos, el papel se había humedecido en su totalidad. Por tanto, a mi amiga Silvina, sin ningún tipo de discapacidad comenzó a costarle cada vez más sorbetear. Un momento placentero se volvió molesto. Mi amiga se vio envuelta en varios bretes: desde tomar el líquido de una antes de que el sorbete se le desintegrara completamente, hasta mancharse las comisuras como un niño cuando toma leche chocolatada o ver cómo llevarse a la boca el vaso rebalsado con la bocha de helado sin volcarse ni una gota en la ropa.

En casa, se recicla mucho antes que fuese disposición gubernamental, cuidamos el agua, la luz y el medio ambiente. Tampoco, se tira comida. Sencillamente, por respeto al otro. Y por respeto al otro es que me atrevo a decir en voz alta: “señores todo tiene un límite”.

Antes de escribir este relato, les envié un WhatsApp a tres contactos con los cuales tengo distintos tipos de confianza: a mi ginecóloga, a otra tía mía que también es ginecóloga y a mi cuñado, que es urólogo. Lo mandé escrito para que no sospechasen ni una pisca la carga irónica en vi voz. El mensaje decía: “Consulta: ¿se puede fabricar un preservativo ecológico, es decir, de papel?”. Los tres, cada uno a su manera, respondieron obviamente que ¡no!, que los virus o espermatozoides son microscópicos y que pasarían por los poros del papel. Continué la conversación diciéndoles: “Entonces ¿por qué hacen los sorbetes de papel que se destruyen al menor contacto con la saliva?”

Me permito hacer esta comparación a modo jocoso porque una salida a un bar con amigos o un turno en un hotel alojamiento dura lo mismo: entre 2 y 4 horas. Ambos encuentros están asociados al placer, y se disfrutan poco a poco. Si en un hotel entra una camada de huéspedes, hay cambios de sábanas. Si el sector gastronómico está obligado a fajinar vasos y cubiertos ¿por qué no pueden servir líquidos con sorbetes de acero inoxidable y luego colocarlos en un esterilizador? Los que aprobaron esta Ley y los del sector gastronómico ¿se cuestionaron las consecuencias que vengo relatando? ¿Se imaginaron la inhibición del goce de tomar algo despacio, con sorbete, charlando, leyendo un libro o pensando? ¿Alguno se imaginó qué sucedería si comenzaran a producir? preservativos de papel y el instructivo viniese con la siguiente nota: “Usted tiene que llegar al máximo placer en un instante, antes de que la efectividad del producto se desintegre.”

                                                                                                                                     Por Mayne Laborde


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Comentarios

  1. Jajajaja!!! Como no se les ocurrió!! Te soy sincera, yo enseguids pensé "acá hay una oportunidad de negocio", hay una necesidad... se viene los sorbetes trabsportables y personalizables... 😊

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  2. Nunca dejes de brindar...ni dejes de ser quien SOS..con tus relatos cuánto nos estás enseñando. Graciasss

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  3. Nunca dejes de brindar...ni dejes de ser quien SOS..con tus relatos cuánto nos estás enseñando. Graciasss

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