En un teórico el
profesor de Marketing dijo: “Las preguntas tienen dos respuestas: sí o no,
blanco o negro.” En mi cabeza quedó registrado como “la lógica del ´y punto´.” Cuando alguien va por la
vereda y se encuentra con una persona con bastón para ciegos ¿se pregunta si ve
poco o es no vidente? ¡No!. Tan solo se acerca, le pregunta si necesita ayuda,
ejucuta la acción si es necesaria “y
punto”.
Sin embargo, el
dicho “La suerte es loca, lo que toca toca” lo identifico a situaciones que debemos
enfrentar quienes tenemos una secuela motora post Parálisis Cerbral (PC) que se contrapone a “la lógica del ´y punto´.” Según la zona del cerebro que
quedó afectada es la dificultad que tenemos para organizar y coordinar, las
ejecuciones de las funciones de nuestro cuerpo desde el sistema nervioso (un
tema del cual escribiré más adelante.)
Si bien, tenemos básicamente dificultades para movernos, mantener el
equilibrio y la postura por falta de control muscular, dicha condición puede
estar ligada o confundirse con rasgos de otras discapacidades: de un no-vidente,
de un hipo-acúsico o a un retraso del desarrollo intelectual. Así nos tratan como quienes
en realidad no somos.
Una de mis tías
es friolenta. Uno de sus trucos para erradicar sus escalofríos en invierno es
mantener su cabeza abrigada con diversos formatos de sombreros. En el tiempo, yo
incorporé en mi cotidianeidad esa táctica aunque mi argumento trasciende la
temperatura climática.
Los sombreros son
parte de mí, en cualquier época del año, en sus diversos formatos. Quienes me
conocen saben que me fascina el mundo de la estética y del marketing. Con
astucia lo utilizo para impactar a primera vista. Me define un estilo propio
que oscila entre lo clásico y lo moderno, con rasgos y modismos de ascendencia
francesa heredados de mi abuela paterna.
El rol de mi papá
en su trabajo también tuvo mucha ingerencia en mi femineidad. Como Jefe de
producción de una concesión de ropa interior internacional, supo diseñarme para
mandar a confeccionar mis primeros corpiños a medida (con más espalda que
busto); trajes de baño con breteles cruzados, aptos para hombros caídos, mis
primeros jeans elastizados que me permitían ir al baño sola y hasta mi primera
minifalda (aún cuando mi hermano Juan pusiera el grito en el cielo).
De algún modo, las
dificultades que tenía en ese entonces eran compensadas por la “sana envidia”
que sentían mis amigas al tener yo un padre presente, comprensivo y detallista.
Así crecí en el mundo de la moda aprendiendo a incorporar la elegancia y el
buen gusto adaptados a mis necesidades, mirando de cerca las pasarelas a pesar
de sentirme lejos de subirme a ellas por mi renguera. Hasta acá, vos, lector te
preguntarás qué tiene que ver el universo de la estética con la discapacidad…
Sin encontrar aún
explicación científica sé que la siguiente afirmación es una tendencia veraz: la
mayoría de las personas con Parálisis Cerebral siempre, en cualquier etapa de
la vida en la cual nos encontremos, parecemos más jóvenes de lo que realmente
somos.
Más allá de que
al mundo de la estética se lo considere muchas veces como un ámbito banal, la banalidad puede estar instaurada en
cualquier sitio. Después de todo dicen que la primera impresión entra por los
ojos. Tal vez sea por eso que el uso de sombreros lo haya institucionalizado
como mi carnet de presentación. Suena absurdo, pero es real y a la vez, increíble
que un sombrero simbolice en mi vida mi aspecto capaz, convirtiéndome ante ojos
desconocidos en una dama como por
arte de magia, del mismo modo que el zapato para “La Cenicienta” causando efectos disruptivos entre lo que parezco sin él y lo que soy.
La ventaja de
volverme casi coleccionista de sombreros la he descubierto por casualidad aunque
está incorporada en mi vestuario de modo
causal. “A las pruebas me remito...” y ahora sí comienza la historia.
Hace mucho tiempo,
era una niña de tan solo 8 años cuando unos tíos de corazón me trajeron de
regalo, de EE.UU. un conjunto de gorro y bufanda, blanco y bordó. Me quedaba
hermoso pero gigante; entonces, con mamá decidimos guardarlo para más adelante.
Quince años más tarde, un día de mucho frío tenía que salir en busca de
productos capilares, esos que compraba siempre en el mismo lugar y que cada vez
que entraba al local, el señor vendedor me recibía con un “Niña: ¿Qué va a
llevar…?” Sin embargo, ese día al entrar al local, el señor vendedor se dirigió
a mí con un “Señorita…” Por un momento, dudé
si se dirigía a mí, pero éramos los únicos que estábamos en ese sector, por lo
que fue fácil deducir que ¡efectivamente se refería a mí!.
Más tarde asistí
con el gorro y la bufanda a la facultad al práctico de Marketing. Ese profesor
que el primer día de clases me había dicho: “como no te entiendo para mí sos un
cero al as. Tratá de evitar hablar en clase…” ese día al entrar al aula me
saludó con un: “oooh, llegó glamour.
Te queda magnífico el gorro… de verdad, parecés otra.” Creo que fue una de las
pocas cosas que me dijo. En un instante até cabos. Entonces entendí: la actitud
del vendedor no era algo casual sino un cambio perceptivo.
Momento en el que
decidí tomar la táctica de los sombreros y aplicarla como escudo estratégico derribador
de cualquier estigma existencial ante mi dificultad motora/motriz que deje
lucir mi lucidez mental, aunque a veces sería lindo poder bajar a hacer compras
vestida de entre casa, con la libertad de mi vecino Ernesto (todo un ingeniero…).
Inclusive otro día de invierno fuimos al teatro cuatro mujeres. Ese día vestía un pantalón de jeans y cuero, camisa blanca y sueter bordó. Las botas de caña alta casi en el mismo tono de la boina, también bordó. Mientras mi capa negra, de año y cuero sintético, cortaba engamando en tono y estilo del pantalón. Sin embargo, acababa de terminar una relacíón amorosa. Estaba cerrada a cualquier nueva posibilidad, razón por la que me perdí el halago de ser bien mirada de arriba abajo por un muchacho cuando entramos a la sala y bajamos las escalinatas hasta llegar a nuestra ubicación: primera fila. Es muy divertida esta ocurrencia de usar sombreros… me han llegado a confundir con una francesa… y a veces, me he atrevido a jugar siguiéndoles la corriente.
Más allá de la
picardía del juego, lo que me preocupa no es lo que somos sino lo que no somos y se nos atribuye falsamente, o lo
que no nos consideran que somos y que realmente somos. Pareciera que sin esa prestancia que me da el
uso de sombreros, la mujer profesional se
diluye ante la presencia de un cuerpo con espasticidad, distonía y torpe de a ratos , pero que no impiden
interrumpir una conversación entre conocidos, pero sí en encuentros sociales o
casuales.
Hermoso!!! Cómo todo lo que escribía...con el corazón!!!
ResponderBorrarGracias. ¿quien sos?
BorrarQue buen truco Maine! Qué denso tener que andar entendiendo la mirada de los otros para que te miren distinto. La gente es vaga para ponerse en el lugar del otro y ver más allá de las apariencias. Me encantó como escribiste el texto y la autenticidad de lo que compartís. Una genia como siempre ! :)
ResponderBorrarGracias Lili
BorrarMe encantóooooooooo👒👠💗💗💗💗💗
ResponderBorrarQuien sos? Muchas gracias
BorrarEn general se piensa la belleza, lo estético, o lo armónico, no tiene nada que ver en la vida de un discapacitado y no es así.
ResponderBorrarA todo ser humano le importa en mayor o menor medida el aspecto personal, yo creo que en nuestro caso el aspecto personal es muy importante en primer lugar, para nosotros mismos vernos estéticamente bien, con colores alegres y energéticos, nos levanta el ánimo y para los demás, facilita la aceptación.
Daniel M Kahan
Dani! Esta forma de ser nos identifica. Gracias por comentarla
BorrarCuando madurás en la vida te das cuenta que "la belleza" que vale es la interior, porque la de afuera SE ACABA (todo según los parámetros de la época y la zona, pero ¡se acaba!). Lo bueno es que la apariencia exterior la podés cambiar según vos quieras y te haga sentir cómoda. Y la interna no la podés cambiar, vos sos como sos "y punto". Y vos sos BELLA y lo vas a ser siempre, porque es parte tuya. Tal vez no puedas correr un Maratón, pero va en potencial porque con vos nunca se sabe, yo tampoco podría ¿y?... PD: yo también uso sombreros, por el sol en verano y por el frio en invierno, pero eso es porque sino la ¨pelada" sufre jajaja. Un beso enorme Maine. Abrazo a Cuca.
ResponderBorrarGracias "chiquito" Como extraño tus gigantes abrazos.
BorrarTan bello e inteligente todo lo que nos compartis en tu blog. Y yo también adoro los sombreros, en especial, las boinas jaja. Abrazote, amiga querida! Moni.
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